Negocios reinventados y empleos perdidos, un balance de la pandemia

Los organismos de análisis económico reconocieron que el decrecimiento económico y la inflación llegaron a niveles críticos en los países de la Amazonía, pero anotaron que fue menos grave de lo que se calculó al inicio de la pandemia.

La llegada de la pandemia a América Latina implicó que gran parte del comercio cerrara sus puertas casi por completo. Durante los confinamientos estrictos ordenados por los Gobiernos para prevenir el contagio de la covid-19, los cuales fluctuaron entre los 90 días (como en Perú, que registró la cuarentena más corta de la región) y los 250 días (en Argentina, que tuvo la más larga), muchas empresas quebraron, miles de personas perdieron sus empleos y otros tantos se “reinventaron” y establecieron nuevos negocios que prosperaron.

En diciembre del 2020, Mauricio Claver-Carone, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) calculó que la pandemia dejaría a 23 millones de personas en la pobreza, solo en América Latina. Mientras que Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), señaló que el impacto económico registrado a diciembre de ese mismo año fue menor que el que la comisión calculó en julio, pero aun así “esta es la peor crisis económica de los últimos 120 años”, según sentenció.

La realidad económica de la pandemia, con sus emprendimientos y fracasos, se hace evidente en las historias de vida de las personas. En Boa Vista, Amazonía brasileña, Elida Rabelo dejó su empleo de más de siete años y medio para montar, en sociedad con una de sus primas, su propio salón de belleza. “La pandemia me ayudó a tomar la decisión de emprender y eso lo agradezco. Hoy gano cuatro veces más”, dijo. Pero Pedro Loureiro, un administrador y contador que vive en Belém do Pará, a 800 kilómetros de Elida, narró que en su ciudad cientos de negocios tuvieron que cerrar sus puertas por la imposibilidad de generar ingresos. “El negacionismo del Gobierno hizo que todo se demorara, y cuando el país por fin actuó ya tenía el segundo mayor número de muertos […]. Muchas empresas y tiendas cerraron y el desempleo, que en 2019 ya había crecido, subió sin parar”.

Las cifras oficiales también dan cuenta de esa dualidad. El 20 de agosto del 2020 el Ministerio de Economía de Brasil reportó que las solicitudes de seguros de desempleo se dispararon en el primer semestre del año, pero que entre julio y agosto se redujeron en más del 20 %. Y es que en mayo la cifra de solicitudes de subsidios por desempleo llegó a un nivel récord: 77 % más que en el 2019, lo que obligó a que el Gobierno entregara 2,84 millones de dólares.

Para el 30 de octubre del 2020, según los reportes del Gobierno Federal, se habían invertido 615 billones de reales (116.000 millones de dólares) en programas de asistencia social. Poco más de un mes después, el 11 de diciembre, el Congreso negó la petición de extender el esquema de ayudas para la emergencia.

En Ecuador los campesinos decidieron apostarle a la comercialización directa de sus productos, pues los canales tradicionales fallaron con la pandemia. Diana Cabascango, agrónoma y activista ambiental, señaló que inicialmente los campesinos asistieron a las ferias agroecológicas, pero que la policía los sancionó e incluso llegó a decomisarles sus puestos. “Ese fue el detonante para que los consumidores organizados empezaran a denunciar los atropellos a la economía campesina, sin entender por qué les daban más facilidades a la agroindustria y los supermercados que a los campesinos que llevamos el 60 % o 70 % de los alimentos a la mesa”, explicó.

También en Ecuador, el agricultor Rolando Cangás contó que se unió con sus compañeros de la localidad de Ibarra para fundar la Biotienda, un proyecto que busca hacer la comercialización directa de los alimentos a través de puntos de venta y canales digitales. “Aún no tenemos los resultados esperados, pero vamos avanzando”, dijo.

A principios de diciembre del 2020 el Ministerio de Finanzas de Ecuador informó que estimaba en 9 % la caída en la economía local, y reveló que antes de la pandemia el Gobierno esperaba un crecimiento del 0,7 %.

Entretanto, en Colombia los sectores asociados al turismo y la vida nocturna fueron los más golpeados. Juana Alicia, integrante de las Tejedoras de Mampuján, una comunidad de artesanas de la costa Caribe, contó que la mayoría de sus compañeras no tienen una vinculación laboral formal, por lo que viven de las artesanías que venden cada día en Cartagena, una de las ciudades más frecuentadas por los turistas y donde, además, se registró la primera muerte por coronavirus del país. Pero con el inicio de la pandemia, reveló, la ciudad se quedó sin turistas, por lo que la economía de este grupo de mujeres entró en crisis.

Julio Restrepo, propietario de un bar de salsa en Medellín, también decidió innovar para no parar durante la pandemia. Con su discoteca cerrada, se ideó una serie de conciertos virtuales que se complementaron con la venta a domicilio de algunos cocteles y pasabocas. La actividad no le generó mayores ingresos, pero, según dice, le permitió estar en contacto con sus clientes y mantener vigente su marca.

El Dane, organismo encargado de la gestión estadística nacional en Colombia, reportó que en octubre del 2020 el desempleo en el país llegó al 14,7 %, cifra muy superior a la del mismo mes del 2019, cuando fue del 9,78 %. Y agregó que ese mismo mes la población desocupada se estimó en 3,65 millones, un millón más que en el mismo periodo del 2019.

Finalmente, en Perú hasta los indígenas les apostaron a otros negocios. Josune Tamborena, artesano, contó que la pandemia sorprendió a su comunidad con un plan de trabajo y subsistencia alrededor del ecoturismo que quedó frenado cuando ellos mismos cerraron sus fronteras por temor a contagiarse de la covid-19. “Para no salir a la provincia empezamos a cultivar nuestro propio alimento. Hicimos huertos con yuca, pepinos y lechuga, y eso nos abrió la cabeza de que no todo es mercado, que podemos tener el huerto y trabajarlo como familia”, dijo.

Hasta antes de la pandemia, Perú acumulaba 10 años de cifras positivas en cuanto al crecimiento económico. Pero las estimaciones de las autoridades calcularon en el 2020 una caída de casi el 13%.

Crecimiento económico en riesgo

En la primera semana de diciembre del 2020, la Cepal revisó sus previsiones de crecimiento para América Latina y el Caribe y confirmó que entre enero y septiembre de ese año la inflación regional promedio, ponderada por el tamaño de la población, fue del 2,7 %. Esta cifra fue superior a la del mismo periodo del 2019, que se ubicó en el 2,5 %, pero a su vez resultó muy inferior a los cálculos que la misma entidad había presentado en julio, cuando estimó que sería del 7,7 %.

El problema es que recuperar lo que se perdió no será tan fácil. Así lo planteó Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la entidad, quien señaló que en el 2021 “no se recuperará ni el 44 % de lo que se perdió en 2020, y los riesgos que existen son claros: la vacuna no ha llegado a todos lados y, mientras no esté, puede haber cierres en la producción y el comercio”.

Mientras tanto, Rubén Flores, oficial principal de políticas de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), pidió estar alerta porque en el 2021 unos 28 millones de habitantes del continente estarán expuestos al riesgo de sufrir hambre en Latinoamérica.

Pensando en el escenario futuro, la Cepal les recomendó a los Gobiernos de la región que no retiraran los estímulos fiscales, con el argumento de que solo los Gobiernos, los bancos centrales y los organismos multilaterales tienen el músculo financiero para darle un aire a la economía. “Las familias podemos hacer muy poco en ello. El foco debe ser la inversión para reactivarse lo más rápido posible y, ojalá, con sostenibilidad ambiental, porque el planeta está enfermo”, agregó Bárcena.

Tanto la Cepal como la ONU anunciaron que promoverán la inversión en sectores económicos que puedan promover el cambio tecnológico, crear empleo de calidad y reducir la huella ambiental. El ecoturismo, la pesca artesanal, las energías no fósiles y renovables distintas a la hidroeléctrica, la economía circular y la canasta básica están entre las alternativas consideradas por Bárcena como atractivas.

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