La vulnerabilidad de los indígenas aumentó con el coronavirus

Pese al riesgo que representa la covid-19 y a la desidia estatal, estos pueblos encontraron en sus visiones del mundo una alternativa para enfrentar la pandemia. 

A lo largo del 2020 se registraron en la Amazonía 1.500.000 indígenas infectados con covid-19, y cerca de 38.000 fallecieron por esta causa, según los datos de la Red Eclesial Panamazónica. Las deficiencias en los sistemas de salud, la falta de personal médico en las zonas rurales y las falencias en las estrategias de prevención incidieron en esta situación. Pero también ocurrió que, durante la pandemia, en países como Perú y Colombia, muchos pueblos indígenas renunciaron a ser atendidos por el sistema de salud convencional. Morir lejos de casa, sin poder poner en práctica rigurosamente la espiritualidad de sus culturas, les resultaba más grave que padecer la enfermedad selva adentro, en sus comunidades aisladas y alejadas.

Uno de los países de la Amazonía en los que los indígenas resultaron más afectados por la pandemia es Colombia. Allí, en diciembre del 2020, la Organización Nacional Indígena de Colombia (Onic) registró cerca de 38.000 nativos contagiados con covid-19 y más de 1.200 fallecimientos en 72 comunidades del país.

Situaciones similares reportaron a noviembre del 2020 países como Brasil, con más de 33.000 casos de coronavirus en indígenas, según los datos de la plataforma Covid-19 e os Povos Indígenas; Perú, con 15.000 casos, según la Red Eclesial Panamazónica y la Coordinadora de las Corporaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica); y Ecuador, con 13.000 casos, según la Red Eclesial Panamazónica.

Aunque estas cifras no se limitan a las comunidades que viven en la selva del Amazonas, dado que también incluyen a las que están asentadas en las costas y las montañas de estos países, sí permiten dar cuenta del impacto que ha tenido el virus en los pueblos ancestrales.

Las complejidades propias del territorio

El territorio de la Amazonía comprende un área de 7,4 millones de kilómetros cuadrados, casi el 40 % de la superficie de América del Sur. Su división político-administrativa se extiende por 9 países de Suramérica: Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Guayana Francesa, Perú, Surinam y Venezuela. La región está habitada principalmente por pueblos indígenas. Solo en 5 países de la cuenca amazónica —Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Brasil— habitan 543 etnias, pueblos o nacionalidades indígenas, con alrededor de 13 millones de personas, de acuerdo con los datos consultados para esta investigación en entidades nacionales e indígenas de cada país.

Considerando la extensión y la diversidad de la Amazonía, Diana Quigua, investigadora de la línea de justicia étnica y racial de la organización Dejusticia en Colombia, advirtió que es necesario revisar en qué contextos están inmersos los pueblos indígenas, para entender cómo han sido impactados por la pandemia. Según explicó Quigua, hay al menos tres contextos en los que habitan los pueblos indígenas: algunos viven en los resguardos y los territorios ancestrales, donde pueden tener mayor autonomía, pero enfrentan dificultades alimentarias; otros, por causa del desplazamiento, el conflicto armado u otras situaciones, habitan en las ciudades, y en muchas ocasiones viven en la calle, en condición de mendicidad; y otros están en las zonas rurales, pero no en territorios ancestrales donde podrían tener protección y garantías.

De acuerdo con Quigua, antes de la pandemia, en varias ciudades capitales de Colombia ya se presentaba una crisis alimentaria y sanitaria, como en el caso de los indígenas emberá desplazados por el conflicto armado hacia Bogotá, donde viven sin condiciones mínimas que les permitan acceder a una vivienda para aislarse y prevenir el contagio. A esto se suma que en las zonas rurales las dificultades para mantener la soberanía alimentaria y las barreras de acceso a los sistemas de salud han marcado la forma en que los indígenas viven esta emergencia global.

La ubicación es importante porque la pandemia llegó a profundizar los problemas estructurales que ya sufrían los pueblos indígenas. Así lo explicó Edison Yandún Bastidas, diputado de Putumayo (Colombia) y líder del pueblo los pastos: “Hemos sufrido distintas pandemias: la de la exclusión, la del señalamiento, la de la expropiación del territorio, la de la extracción minera de los recursos naturales”.

Sobre estos problemas estructurales presentes en la Amazonía, Adriana Barbosa, historiadora de Brasil, explicó que tanto las comunidades indígenas como los quilombos afrodescendientes han sufrido la falta de infraestructura que implica una barrera para el acceso a la salud por parte de estas poblaciones. El mismo fenómeno se ejemplifica con el caso de Perú, donde desde antes de la pandemia los nativos presentaban altos índices de anemia, desnutrición infantil crónica, enfermedades respiratorias y diarreicas agudas, entre otras, tal como lo reportó el portal Ojo Público.

Situaciones como las anteriores ponen en vilo la sobrevivencia de pueblos enteros. Solo en el caso de Colombia, antes de la pandemia, la Corte Constitucional advirtió que 39 de los 115 pueblos indígenas corren el riesgo del exterminio físico y cultural; un riesgo que, según la Onic, se incrementó con el coronavirus.

Los saberes ancestrales: una salvación en riesgo

Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), los ancianos indígenas “desempeñan un papel fundamental en la conservación y la transmisión de los conocimientos y la cultura, así como las prácticas tradicionales indígenas que pueden contribuir a la salud, el bienestar y la recuperación de sus propias comunidades y de comunidades más amplias”. Por eso, la covid-19, que es causa de mortalidad principalmente para las personas longevas, ha golpeado el corazón de las culturas indígenas.

El gobernador kogui José de los Santos Sauna, en Colombia; el cacique kayapo Paulinho Paiakán, en Brasil; o el dirigente awajún Santiago Manuin, en Perú, son algunos de los cientos de mayores y líderes indígenas que la pandemia se ha llevado. Acerca de esta situación, Yohana Pantevis, quien cursa el Doctorado en Estudios Amazónicos de la Universidad Nacional de Colombia Sede Leticia, explicó: “En esta sociedad los abuelos tienen un papel primordial porque son las personas que mantienen el orden, son los sabedores, los que reproducen el conocimiento cultural, son los médicos tradicionales”.

De hecho, una parte del conocimiento ancestral de los ancianos contempla el uso de plantas medicinales. Y aunque los pueblos ancestrales reconocen que no tienen la cura para el coronavirus, a la que los indígenas describen como una “enfermedad de la humanidad”, sí saben de tratamientos para las afecciones respiratorias, lo que les ha permitido paliar algunos de los síntomas.

Según una investigación de la organización Gaia Amazonas, lo que ha puesto en evidencia la pandemia es la deficiencia y la ausencia de los sistemas de salud interculturales. El estudio plantea que “la fragilidad de un sistema de salud que no tiene en cuenta las condiciones de la ruralidad se hizo aún más evidente y contrastó con la efectividad de los sistemas de conocimiento y prácticas tradicionales indígenas”.

Pero estos conocimientos ancestrales tienen características distintas en cada región, lo que se traduce en mayores o menores capacidades para enfrentar la pandemia. Un ejemplo de ello es lo que ocurre en Perú, donde de los 55 pueblos indígenas que habitan el territorio 51 están en la Amazonía y los otros 4 en la región de los Andes. Allí, según contó Pavel Martiarena, un fotógrafo que cubrió la pandemia desde la región Madre de Dios, las comunidades altoandinas, que viven por encima de los 3.000 metros sobre el nivel del mar, han tenido poca mortandad por la enfermedad en comparación con las comunidades amazónicas, pues las andinas están acostumbradas a las heladas que llegan cada año, lo que les ha dado “mucha sabiduría popular, ancestral, naturalista, para curarse de enfermedades respiratorias”.

Si bien la medicina tradicional ha sido un paliativo, no es la única medida que los pueblos étnicos han tomado. En el marco de sus autonomías, han optado por controlar la circulación en sus territorios para evitar que lleguen personas ajenas a la comunidad, contó Teddy Sinacay, líder asháninka del Perú.

Al respecto, Viviana Rojas, coordinadora adjunta del Instituto Socioambiental de Brasil, en un conversatorio organizado por Hacemos Memoria, afirmó que el ingreso de personas externas a las comunidades de la Amazonía ocasionó que el virus se dispersara incluso por regiones aparentemente aisladas, y recordó que una de las situaciones más graves la vivió la ciudad de Leticia (Colombia), que se convirtió en la población con más casos por millón de habitantes del país en el primer semestre del 2020. Según Gaia Amazonas, en ese periodo el departamento del Amazonas, donde se ubica Leticia, tuvo la tasa de letalidad más alta por covid-19 del país.

Así como el departamento del Amazonas, otros departamentos de la región amazónica de Colombia, como Vaupés y Guainía, atravesaron situaciones similares, principalmente en el segundo semestre del 2020, cuando según Gaia Amazonas la Amazonía colombiana registró 80 % de contagios.

La pandemia profundizó los reclamos sociales

En medio de la crisis de salud pública ocasionada por la covid-19, los pueblos indígenas reclamaron a los Gobiernos por la atención de la que estos, desde el nivel central, son responsables. Fue el caso de las protestas indígenas realizadas en agosto del 2020 en Loreto (Perú), para reclamarle al Estado una mejor atención en salud; así como la minga indígena de los pueblos del sur de Colombia que se concentraron en octubre del 2020 en Bogotá, la capital del país, para exigir una interlocución gubernamental.

Según Diana Quigua, la pandemia fue el detonante de una mayor inconformidad social por parte de los indígenas colombianos, debido a que “estar en una situación de anormalidad se convirtió, en palabras de las autoridades y los mayores, en una excusa del Gobierno para no atender las necesidades y la agenda política que venía caminando desde 2019 y que hace parte de las demandas históricas del movimiento indígena”.

Este tipo de situaciones muestra que para los indígenas la pandemia no solo ha significado un retorno a sus conocimientos ancestrales, sino también un llamado de alerta por las deficientes condiciones de salud en comunidades que, en su mayoría, están a varias horas del centro de salud más cercano. Asimismo, como lo señalan algunas organizaciones indígenas y no indígenas, la crisis generada por el coronavirus ha incrementado el reclamo para que se piense en sistemas de salud interculturales que eviten que emergencias como esta pandemia pongan a las comunidades indígenas ante el peor de los escenarios: el de su desaparición.

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