El reto de salvar del naufragio a una cultura que se ahoga

La medición del impacto del coronavirus en la cultura es fragmentada, pero permite ver lo mal que la han pasado los artistas y lo tardías que han sido las respuestas para rescatarlos.

Los espacios de la cultura son tan diversos que sería imposible generalizar los impactos que han recibido a causa de la pandemia de la covid-19 y del freno global de las actividades en todos los sectores. Lo cierto es que los artistas y los trabajadores del sector cultural han vivido su propia crisis.

Ernesto Ottone, subdirector general de cultura de la Unesco, aseguró que “la pandemia puso en evidencia los problemas estructurales del sector cultural”. Hizo esta afirmación a mediados de diciembre del 2020, cuando se presentaron los primeros resultados de la investigación “Evaluación del impacto del covid-19 en las industrias culturales y creativas”, realizada entre el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Unesco, la Mercosur Cultural y otras organizaciones internacionales que indagaron sobre cómo la pandemia golpeó a las industrias creativas de Suramérica.

Desde el inicio de la pandemia, diferentes organismos públicos, nacionales, internacionales y privados, así como agremiaciones de artistas de diferentes países, enviaron alertas advirtiendo que el sector cultural sería fuertemente golpeado, entre otras cosas por su estrecha relación con el turismo. Sin embargo, la respuesta a la anunciada crisis no fue oportuna, pues en las estrategias desplegadas por los Gobiernos el sector cultural no fue priorizado, y solo fue hasta las reaperturas, después de los confinamientos estrictos, que empezaron a aparecer estrategias de acción en esta vía.

La paradoja más profunda es que durante los confinamientos estrictos las producciones culturales ayudaron a millones de personas a sobrellevar la ansiedad que se generaba al tener que enfrentar una situación inédita. “La gente necesita la cultura ahora más que nunca. La cultura nos hace resilientes, nos da esperanza, nos recuerda que no estamos solos”, dijo Ottone en abril del 2020.

Las dificultades para medir el impacto

Conocer en detalle la situación que ha vivido el sector cultural en los diferentes países de la Amazonía resulta difícil aún hoy, pues no todos los países tienen estadísticas actualizadas acerca de cómo la pandemia afectó a la cultura. No obstante, hay algunos acercamientos nacionales.

En Colombia, según el cuarto reporte sobre economía naranja del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), presentado en noviembre del 2020, el cultural fue el sector económico más golpeado entre enero y septiembre. Mientras la actividad de las industrias culturales cayó en 25,5 %, las artes y el patrimonio perdieron el 15,2 % de los ingresos. En todo el sector se perdieron, en 9 meses, 61.534 empleos, según los datos del Dane.

Entretanto, en Ecuador el Sistema Integral de Información Cultural tasó las pérdidas económicas del sector cultural en más de 31 millones de dólares, de acuerdo con su segundo boletín sobre el impacto de la pandemia, presentado en agosto. De estos, casi 13 millones fueron del sector audiovisual y cinematográfico, seguido del sector editorial, con 9,5 millones de dólares. En el primer boletín, publicado en marzo, las pérdidas totales se calculaban en 11,8 millones de dólares, lo que muestra que el segundo trimestre fue el más duro para los sectores culturales en Ecuador.

Como en los demás países, en Ecuador el impacto ha sido diferenciado. Por ejemplo, mientras las artes escénicas pararon sus actividades, los artistas plásticos vieron una oportunidad en el cese de actividades. Así lo explicó Cristian Guillén Sánchez, pintor de la provincia de Sucumbíos, quien aprovechó el tiempo en su casa para pintar cuadros sobre óleo que luego presentó en exposiciones virtuales provinciales y nacionales.

El caso de Guillén muestra que el potencial creativo no se detuvo ante la adversidad sanitaria, como sí ocurrió con su economía, porque mientras la creación continuó los ingresos se frenaron, pues tuvo que cerrar su local de pintura y artesanías. Aunque los espacios virtuales le han permitido darse a conocer más, falta que la producción y la promoción encuentren una salida hacia la comercialización en el 2021, explicó el pintor.

En Sucumbíos (Ecuador) Efrén Gómez, director de la Casa de la Cultura Benjamín Carrión, señaló que ese tipo de entidades sufrió recortes presupuestales de entre 40 % y 50 %. Además, dijo que debido a la cancelación de actividades y la falta de ingresos muchos gestores culturales tuvieron que ejercer otras actividades, como la venta de comidas rápidas.

Lo mismo sucedió con los trabajadores culturales de Perú, como contó Boris Vizcarra, quien hace parte de la Red de Teatros y Espacios Alternativos de ese país y administra la casa cultural Campo Abierto, en Lima (Perú). Él contó que al menos 15 espacios de la red “han tenido que cerrar definitivamente” ante la imposibilidad de pagar el alquiler de sus sedes, pues aunque algunos pudieron pactar alivios o prórrogas, no todos lograron hacerlo.

Lo más grave, agregó Vizcarra, es que en algunos casos se trataba del único espacio teatral o cultural de una ciudad. Tal fue el caso de la región Madre de Dios, en la Amazonía peruana. Allí, Manuel González Taipe, actor y gestor cultural de la Asociación de Teatro y Arte Contemporáneo Fachas Perú, contó que el teatro cerró porque no pudieron pagar el alquiler. Además, explicó que aunque para muchos grupos la virtualidad ha sido una salida, en su caso no tenían los equipos necesarios para llevar su trabajo a las pantallas y al mundo digital.

Una de las principales dificultades en Perú, al cierre del 2020, fue que los grupos culturales no pudieron reabrir al público debido a los requisitos exigidos por los Gobiernos, a pesar de que otros sectores económicos sí se reactivaron desde finales de agosto. Además, contó Vizcarra, existe una preocupación porque el aforo exigido en los teatros, que no debe superar el 40 %, impide que los espacios culturales sean autosostenibles.

En total, en Perú “se han cancelado más de 450 temporadas de teatro, que significan alrededor de 3.200 o más funciones”, contó Vizcarra. El cálculo, solo para el sector teatral, es de 4,5 millones de soles perdidos, que equivalen a cerca de 1,2 millones de dólares. Respecto a todo el sector cultural, el Gobierno peruano presentó un informe en junio que reveló pérdidas por alrededor de 45 millones de dólares. El rubro de educación y formación cultural fue el más afectado, con el 27 % de las pérdidas.

Por otro lado, Brasil es uno de los principales ejemplos de la afectación al patrimonio inmaterial por la pandemia. Río de Janeiro, su capital cultural, vio frenada su actividad turística, y su emblemático carnaval no se realizó por primera vez en más de un siglo.

De acuerdo con el estudio “Percepción de los impactos de la covid-19 en los sectores culturales y creativos de Brasil, desarrollado a partir de una alianza entre la sociedad civil y los sectores público y privado de ese país, la mayor pérdida del sector cultural brasileño se dio entre mayo y julio, con un 44,4 % menos en sus ingresos. Para el 48,8 % de los afectados las pérdidas fueron totales en ese periodo.

Respuestas lentas para problemas urgentes

El panorama y las cifras descritas hasta ahora dejan ver que el sector cultural requiere medidas de tipo económico, como en efecto han sido tomadas por los Gobiernos de la región. Sin embargo, algunos analistas opinan que estas se adoptaron tarde, que su implementación es más lenta de lo esperado y que los montos destinados son insuficientes respecto a las pérdidas sufridas.

En Brasil, una de las medidas adoptadas para proteger al sector cultural en medio de la pandemia fue la Ley Aldir Blanc, cuyo nombre rinde homenaje a este compositor, cantante y escritor. La iniciativa busca inyectar 550 millones de dólares al sector cultural, mediante tres transferencias de 600 reales a los trabajadores culturales y subsidios para los espacios artísticos. Sin embargo, los grupos culturales han cuestionado los plazos y los requisitos que se les exigen para acceder a estas ayudas del Estado brasileño.

Una crítica similar hacen en Perú a la política de salvamento para el sector cultural, que se retrasó por cuenta de la crisis política sufrida por ese país, luego de que el Congreso declarara la vacancia del presidente Martín Vizcarra en noviembre del 2020, y terminó convertida en un concurso de méritos, según contó Boris Vizcarra, quien explicó que esta situación dejó por fuera a entidades que no estaban legalmente constituidas o que no tenían cómo demostrar más de un año de actividades previas a la pandemia. Además, aunque la política se anunció en mayo, solo hasta diciembre comenzaron a publicarse los ganadores.

Mientras tanto, en Colombia, representantes del sector artístico han cuestionado la atención del Gobierno del presidente Iván Duque, pues la consideran incoherente, teniendo en cuenta que una de las banderas de su campaña a la presidencia fue la promoción de la “economía naranja”, como llama el BID a las industrias culturales y creativas. No obstante, pese a las críticas del sector cultural, una publicación de ese mismo banco resalta que en Colombia se destinaron alrededor de 30 millones de dólares para cubrir la seguridad social de artistas y gestores culturales durante la pandemia, y que a través de la Ley de Espectáculos Públicos se buscó promover la producción y la circulación de espectáculos públicos a 18 meses.

Por otro lado, en diciembre, nueve meses después del inicio de la emergencia en Colombia, por iniciativa del Gobierno el Congreso aprobó la Ley ReactivArte, con la que se busca “contribuir de manera decidida en la reactivación de las actividades culturales y creativas en el país”, según reseñó el Ministerio de Cultura. Sin embargo, su implementación apenas comienza en el 2021.

Por último, en Ecuador se diseñó un plan de contingencia por fases, que incluye desde la emisión de bonos humanitarios para 5.500 trabajadores de la cultura por más de 1 millón de dólares, hasta una línea de fomento de la reactivación económica. Así mismo, el Gobierno planteó protocolos de bioseguridad y acuerdos para la circulación de contenidos en el país. Esta estrategia contempló el “replanteamiento” de los servicios culturales hacia los entornos digitales, en un debate que todavía no está cerrado, puesto que el modelo de negocio de muchos sectores artísticos no está pensado para el mundo digital, lo que de hecho ya era un reto antes de la pandemia.

Artistas como Vizcarra no están de acuerdo con que ese sea el camino que adopten las manifestaciones artísticas. Según él, en el mundo digital, el teatro, por ejemplo, pierde su cuarta pared, los espectáculos musicales tipo concierto no se diferencian de una grabación en una plataforma cualquiera de video y las artes plásticas terminan mediadas por la transmisión audiovisual. Esto sin mencionar el desafío que representa esa migración a lo digital para los grupos de carácter comunitario y para artistas en condición de precarización.

 

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